RETRATO DE DAMA EN AMARILLO
- Miguel Angel Rodríguez Sosa
- 4 jun 2020
- 1 Min. de lectura
Para Pilar.
Ella es así, robó la luz del sol para sus pétalos. La tomó para iluminar con sus rayos florales todo lo que le rodeaba y le rodea. Imposible resistirse a los carbunclos verdes que –si se mira bien- -relucen en su aquenio floral. Sus pétalos se extienden como llamas amarillas de unos girasoles de Van Gogh.

Las miradas la distinguen y ella las atrae. Cuando era una joven flor trasmitió un calor apasionado y brillante, que luego ha decantado en una luminosidad serena, madura y plena de ternura. Nunca deja de parecer atractiva, aunque con el tiempo haya perdido el brillo de su corola y su semilla haya alcanzado el reposo de su virtud al paso de los jueves.
No declina, no se eclipsa, no pierde su fuego esencial, ése que tomó del sol. Solo lo transforma en una lumbre reposada que sigue iluminando, que se prolonga ante la luz cada vez más tenue de mis ojos que la miran. Incluso cuando mi mirada se haya desvanecido en el lóbrego vacío que sigue al recorrido de existir, ella seguirá allí, con un brillo liviano en sus pétalos de madura solera.
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