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  • Foto del escritorMiguel Angel Rodríguez Sosa

VACANCIA Y CRISIS POLÍTICA

El lunes 9, el voto de 105 de 128 congresistas de ocho de las nueve fuerzas políticas de la representación nacional aprobó la vacancia presidencial de Martín Vizcarra. No es relevante que la mayoría de congresistas haya confundido vacancia con destitución. El hecho es que la representación parlamentaria tomó una decisión política materializando una atribución propia que es perfectamente constitucional y esos 105 votos definieron que correspondía la vacancia del cargo presidencial.

Luego de conocerse la vacancia, hay un ambiente que busca la inestabilidad política, con llamados a la "insurgencia civil", tweets que demandaban que Vizcarra "saque los tanques" y cierre el Congreso y activismo violento contra el Congreso, aprovechado por oportunistas políticos como el precandidato presidencial Julio Guzmán, del Partido Morado (PM). Pero el mismo día 9 Martín Vizcarra anunció al país su aceptación de la vacancia del cargo presidencial, con un gesto de dignidad aparente pero que dejó al Ejecutivo sin titulares ministeriales.

Aunque no ha sido efectivo, tan pronto se conoció la votación parlamentaria aparecieran en los medios de prensa juristas y analistas señalando que Vizcarra "no está obligado" a aceptar la vacancia, que ésta era “inconstitucional”, técnicamente “un golpe de Estado”; que podía rechazarla mediante recursos ante el Tribunal Constitucional (TC) y con otros recursos, pero el mensaje del saliente mandatario de la noche del lunes ha cancelado la posibilidad de estas situaciones.

Sin embargo, hasta hoy jueves 12 el Gobierno de Transición todavía no se consolida, aunque la cuestión del nuevo equipo ministerial podría aclararse a lo largo del día, con el nuevo gabinete ministerial tras el nombramiento de Antero Flores-Aráoz como nuevo PCM.

El presidente del Gobierno Transitorio, Manuel Merino, se encuentra entre dos escenarios distintos. Uno, en el que tendría que gobernar con un equipo ministerial político y partidizado, que va a conllevar inevitablemente a nuevas situaciones de tensión política en la relación Ejecutivo-Legislativo afectando la estabilidad gubernamental, por problematizar con asuntos de normatividad de corte populista. Otro, en el que tendría que gobernar sin una participación gravitante de los partidos representados en el Congreso, en el equipo ministerial, y al respecto se aprecia que varias fuerzas del Congreso que apoyaron la vacancia han negado la posibilidad de participar del nuevo Gobierno.

La autoridad que acompaña el poder presidencial de Manuel Merino tiene un sustento institucional claro, en el que cabe enfatizar la actuación de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, que han mantenido una impecable independencia respecto de los actores involucrados en la crisis política a partir de la vacancia, mostrando una cabal sujeción objetiva y subjetiva al poder civil establecido, en el proceso de la sucesión presidencial dentro del marco constitucional.

Pero la legitimidad del Gobierno de Transición tiene problemas, no solo porque continúan las protestas callejeras –convenientemente explotadas por los medios de comunicación que desde el Gobierno de Vizcarra cuestionaban al Congreso— sino porque hay fuertes presiones para que el TC se pronuncie negando la constitucionalidad de la vacancia; inclusive han aparecido en medios juristas y analistas de ocasión afirmando que el TC puede “anular” la decisión parlamentaria, reponiendo a Vizcarra en la presidencia, argumentando que tal decisión puede tener efecto retroactivo en el marco del derecho constitucional.

Estos problemas se manifiestan también en el frente externo, donde resalta que la secretaría general de la Organización de Estados Americanos (OEA) se haya pronunciado pidiendo al TC que, a su vez, se pronuncie sobre las decisiones adoptadas por el Congreso, en alusión a la vacancia. También resalta que hasta este momento no haya gobiernos del área latinoamericana reconociendo la presidencia de Merino.

Aunque con poco respaldo político propio, es previsible que en días se consolide el Gobierno de Manuel Merino superando los desajustes propios de la transición, sobre todo dependiendo de la capacidad presidencial para convocar un gabinete ministerial solvente con el que deberá –en un tiempo próximo— afrontar iniciativas populistas del Congreso; sobre este tema el escenario es imprevisible.

Es innegable que la vacancia de Vizcarra ha mellado posibilidades de las que fueron fuerzas políticas afines, como el PM que le brindó su respaldo y se opuso a la vacancia. El PM es el gran derrotado con la salida de Vizcarra, porque su pretendido “centrismo” asociado al establishment caviar, que se muestra muy activo en las protestas contra el Gobierno de Merino, tratando –infructuosamente— de evitar su consolidación, es una expresión política débil. Otra fuerza política impactada por la vacancia es Acción Popular (AP), ya que mientras una mayoría de su bancada parlamentaria respaldaba con su voto la vacancia, otra parte la rechazaba y es evidente división interna, que pone a Merino, de este partido, en el brete de buscar apoyo en otras fuerzas políticas, cada uno con intereses particulares y competitivos en la campaña electoral abierta. La fragmentación de la clase política es también visible en las izquierdas. Pues mientras la mayoría de la representación del FA votó a favor de la vacancia, ésta fue rechazada por la minoría. Las fuerzas populistas con representación en el Congreso –Unión Por el Perú (UPP) y Podemos Perú (PP)— se mantienen expectantes probablemente porque no cuentan con una fuerza activista propia, algo parecido acontece con las fuerzas de derechas como Fuerza Popular (FP) y Alianza Para el Progreso (APP), asimismo inmovilizadas por carencia de un capital de activismo que puedan movilizar.


Al margen, las izquierdas extraparlamentarias, extremistas antisistema, se están esforzando por causar inestabilidad política afectando la gobernabilidad y confluyen con los “indignados”, activistas instrumentados por fuerzas políticas, que pueden representar una amenaza a la gobernabilidad si progresan en la estrategia de Warming desestabilizador en que están empeñadas, instrumentados por influencers del activismo en las redes sociales y columnas de opinión en los medios y por trolls actuando en esas redes sociales, manipulando la narrativa sobre los acontecimientos.

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